“¡Donde esta suelto el diablo!”, así describe el Sr. Rogelio Fernández al área de Elmhurst, Queens, considerada el epicentro del COVID-19 en Nueva York. El cubano de 64 años, farmacéutico principal de la droguería Three J’s, dice que es ahora cuando “toca dar la cara”. La farmacia está ubicada a escasas ocho cuadras de uno de los hospitales más golpeados por el brote del coronavirus, el hospital Elmhurst.
A pesar de estar enfermo de lo que él describió como ‘una gripe diferente, un flu’, sigue trabajando, especialmente porque otros colegas ‘se han desparecido’. “No es que estén enfermos, pero están en la casa esperando a que pase la pandemia”, explicó.
Debido a la epidemia, las farmacias se han visto obligadas a reducir las horas y despedir a empleados, no obstante, los que están al frente, siguen ayudando a los pacientes a superar esta crisis, incluso a riesgo de su salud.
“Aquí estamos los siete días, imagínese, ‘¿qué vamos a hacer?’. Uno estudió esto y ha estado al frente de enfermedades toda la vida, como ahora vas a salir corriendo. Igual que si usted fuera bombero y hubiera un fuego, ¿qué va a hacer? ¿Salir corriendo?”, cuestionó.
“Hasta que tenga las fuerzas… y la salud”
En el caso de Nelson Flores, farmaceuta de Lincoln Care Drugs en El Bronx, el escenario es escalofriantemente parecido.
“Son pocos los médicos que quieren ver a los pacientes”, señaló, “lo hacen virtual o por teléfono, así que a los farmacéuticos nos toca hacer muchas llamadas a los profesionales de la salud para solicitar las recetas o tratamientos médicos de los clientes”.
Sin embargo, Flores esta firme en seguir trabajando “hasta que tenga las fuerzas… y la salud”.
De acuerdo a un comunicado conjunto de organizaciones farmacéuticas representando los interés de los farmaceutas de los Estados Unidos, los farmacéuticos se encuentran entre los profesionales de la salud más accesibles del país, con el 90% de los estadounidenses viviendo a 5 millas de una farmacia comunitaria. Son expertos en medicamentos que brindan atención al paciente en una variedad de entornos, incluidos hospitales, clínicas, farmacias comunitarias y consultorios médicos.
Como profesionales de la salud con atención directa al público, los boticarios también se encuentran entre los más expuestos a contraer la enfermedad de coronavirus.
“Nadie sabe quién tiene el virus. El minuto que yo salgo de mi casa y llego acá estoy con un poco de pánico, pero uno tiene que hacer su trabajo también”, insistió Flores, sobre la realidad de acudir a trabajar a pesar del miedo a contraer el virus. “Me tocó el caso en que vino una mujer a comprar vitaminas y dijo que alguien de su familia fue infectado con el virus. En ese instante me entro el pánico porque quien sabe si esa persona puede que lo tenga también. La señora compró su vitamina y nosotros empezamos a desinfectar todo en la farmacia”.
Cero vacunas por falta de protección
Dentro de las ofertas que las farmacias están ofreciendo a sus clientes esta la entrega de prescripciones en la acera para que los pacientes no tengan que salir de sus automóviles y surtido de recetas médicas dentro de la tienda. Lo que si dejaron de hacer es aplicar vacunas.
“Lo único que hemos parado son las inmunizaciones porque básicamente no estamos consiguiendo lo que le llaman PPE (acrónimo en inglés por Equipo Personal Protector)”, expresó con marcado acento cubano Fernández, añadiendo que la ciudad le da la preferencia a los hospitales. “Todas las noticias hablan de que las enfermeras necesitan PPE, los médicos necesitan PPE, pero si yo inmunizo, yo estoy haciendo lo mismo que hacen las enfermeras, entonces allí es donde se ha formado el problema”.
A pesar de la escases en equipo protector, Fernández afirma que actualmente si cuentan con máscaras y que para minimizar el riesgo de infección, tratan de mantener las distancias con la gente.
“Si hay cierto riesgo”, repitió. “Ya hay tres que trabajan aquí que ya no están viniendo porque están enfermos… uno salió positivo pero está bien, se ha ido mejorando”.
El lado jocoso a la crisis de salud
Si bien el miedo se ha convertido en parte de la cotidianidad, las ganas de ayudar en estos tiempos de crisis han sobrepasado el temor, y están probando ser un potente motor para seguir adelante. Incluso al grado de verle el lado jocoso a la crisis de salud.
“Lo que no se está vendiendo es la Viagra, bajo la venta en un 90%”, comentó espontáneamente entre risas Fernández, sobre como la venta de la famosa pastilla azul contra la disfunción eréctil ha caído.
Por su parte Flores bromeando agregó que en su farmacia “juegan más Lotto que recetas”, refiriéndose a como mucha gente prefiere arriesgarse a salir con tal de no dejar de probar su suerte con la lotería. “Tampoco uno no puede dejar de seguir viviendo mientras tome sus precauciones”, enfatizó el farmaceuta de origen dominicano.
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