Por: Asambleísta Phil Ramos
Vemos las imágenes de la guerra en Ucrania a través de un lente de indignación, aflicción y desesperanza. Mientras seguimos con nuestras rutinas diarias, no podemos imaginarnos el trauma sufrido en una zona de guerra activa … huyendo de nuestros hogares para mantenernos con vida.
El mes pasado, viajé a Polonia y a Ucrania para ayudar con los esfuerzos de alivio, y para distribuir medicamentos y suministros esenciales.
Aunque solo vislumbré los horrores que los ucranianos sufren todos los días, es evidente que debemos agilizar nuestros esfuerzos para ayudar a estas víctimas inocentes en sus intentos de sobrevivir a esta brutal embestida.
Durante mi viaje, trabajé con la Fundación Folkowisko, una organización con la misión de aumentar el conocimiento estadounidense sobre la cultura e historia polacas. Desde la invasión rusa, la organización centró su enfoque en ayudar al pueblo ucraniano durante esta crisis humanitaria.
Conocida una vez como una organización dedicada a ofrecer programas educativos, peticionar y realizar festivales y otros eventos, la Fundación Folkowisko ahora emprende operaciones de recuperación mayores en la frontera polaco-ucraniana.
Los voluntarios trabajan incansablemente en los predios para proveerles ropa, comida, medicamentos y un sitio acogedor para dormir a aquellas personas que huyen de la incursión rusa … una inspiración para que las personas libres en todas partes tomen acciones contundentes para terminar la guerra y apoyen a los millones de inocentes afectados por esta violencia salvaje.
Pasé parte de mi viaje a Polonia en la frontera, donde la Fundación Folkowisko estableció un campo para refugiados con tiendas de campaña climatizadas para las familias en necesidad de un albergue y muestras de cordialidad … un panorama abrumador de presenciar con miles de ucranianos dejando sus vidas en Ucrania para escapar de la guerra.
Los autos hacían filas por días sin terminar, esperando cruzar la frontera. Incluso, algunas personas abandonaban sus vehículos y caminaban afuera en el frío intenso para obtener albergue, comida y cuidados médicos. Aquellos que iban a pie enfrentaban largas líneas de 15 horas de espera en temperaturas bajo el punto de congelación.
Los adultos y niños sufrieron quemaduras por el frío; algunos casos tan graves que se tornaron mortales. Los hospitales agotaron sus suministros hasta tal punto, que calentaron los sueros intravenosos de glucosa para tratar a los pacientes con quemaduras por el frío, y que sobrevivieron la travesía hasta sus instalaciones.
Trabajé hasta el agotamiento junto a voluntarios para llevarles guantes y otra ropa al mayor número posible de refugiados.
Además de levantar las tiendas de campaña para ofrecer albergue, les proveímos a las familias comida, agua, medicamentos y otros suministros esenciales que dejaron en su tierra natal tras escapar de la matanza a toda prisa
Las familias enfrentan traumas físicos y emocionales en la frontera … mujeres que lloran y abrazan a sus esposos mientras se despiden, y niños llenos de confusión y tristeza preguntándose si volverán a ver a sus padres.
Los hombres viajan con sus familias a la frontera antes de separarse y regresan a Ucrania para luchar en la guerra, lidiando con temor y dolor inimaginables cuando se separan sin tener idea de cuándo —o si— se reunirán. Las madres luchan para cargar a varios niños encarnando la resiliencia y la fortaleza.
Entrega de medicamentos
También, viajé por la frontera de Ucrania y participé en “mandados por la frontera” para entregar bolsos llenos de medicamentos a los hospitales locales, que los necesitaban desesperadamente.
Visitamos varias ciudades ucranianas mientras los bombardamiento diarios de los rusos mataban familias. A los hospitales se les agotaron las aspirinas para tratar a los pacientes. Estas entregas salvaron vidas, a medida que los hospitales continuaban sobrellenándose con pacientes en gran necesidad de ayuda médica.
Entregamos medicamentos en un hospital en Lviv y nos reunimos con el alcalde del pueblo de Yaworiv para hablar sobre los planes para donarles medicamentos a los hospitales bombardeados.
Mientras entregábamos medicamentos y otros suministros en instalaciones en Ucrania, nunca perdimos de vista el hecho de que estábamos en medio de una zona de guerra activa que podría poner nuestras vidas en peligro.
A la distancia, vimos 4 ataques de misiles y recibimos alertas mediante una aplicación que rastrea ataques de misiles. Siempre en tensión —especialmente cuando vimos la destrucción indescriptible— acatamos toques de queda obligatorios para que no se nos percibiera como una amenaza para los ciudadanos locales.
Estas restricciones, aun cuando tenían el propósito de mantener a los ciudadanos seguros, colocó a algunas personas en situaciones desgarradoras. Las familias que habían perdido a un ser querido se quedaban en la misma habitación con el pariente fenecido por horas —o hasta días— hasta que se suspendieran los toques de queda.
Entonces, se escabullían para enterrar a su ser querido, y regresaban apurados al refugio atemorizados por otro bombardeo o ataque de misiles. Contuvimos nuestras emociones reprimidas mientras veíamos a ucranianos procesar su luto y honrar a sus familiares caídos.
A medida que continuamos saturándonos de información sobre la guerra en nuestras pantallas televisivas y telefónicas, no debemos permitir que esta tragedia atroz salga del ciclo noticioso. En su lugar, debemos responder al llamado desesperado a la acción.
Presenciar esta tragedia humana de primera mano me enseñó que el tiempo no es un lujo para las personas de Ucrania y, por ende, no debe serlo para nosotros.
Estas familias necesitan ayuda inmediata, y debemos redoblar nuestros esfuerzos de apoyo y defender al pueblo ucraniano.
Me comprometo a continuar realizando mi parte y les exhorto a mis colegas legisladores estatales y a los líderes estatales, federales y globales a defender al pueblo de Ucrania durante éste, su mayor momento de necesidad.
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