En Venezuela hoy se ha instalado una dictadura tiránica, el país es gobernado por un esquema criminal con vínculos oficiales con el narcotráfico y que utiliza los medios del Estado para el tráfico de drogas y el lavado de dinero, los opositores son encarcelados y torturados, las manifestaciones callejeras de este año para reclamar libertades culminaron con más de 120 personas muertas a manos de las fuerzas de seguridad del Estado y más de 15.000 heridos.
En un país rico que es una potencia petrolera mundial de primer orden la gente carece de alimentos y medicinas, se expanden las enfermedades ya erradicadas del país por años (como la difteria, paludismo y malaria, tener una enfermedad crónica como diabetes ha significado condena de muerte de pacientes).
Hace tiempo que dejó de existir la separación de poderes y que el Poder Judicial no es más que una oficina dependiente del aparato represivo al igual que el Consejo Nacional Electoral, se usurpan, se inventan fraudulentos mecanismos autoritarios como la Asamblea Nacional Constituyente instalada en 2017 instalada sobre la base de un fraude electoral de más de un millón de votos.
Imaginen ustedes que en sus países, cualquiera sea su sistema político, se agregaran fraudulentamente más de un millón de votos: sola la nulidad del mismo es posible. En cambio se han anulado las funciones de la Asamblea Nacional electa por el pueblo en 2015. Todo esto es el resultado de acciones deliberadas del Gobierno de Venezuela y que no pueden ser ignoradas.
En un Hemisferio de democracias, Venezuela se destaca por ser el único país integrante activo de la OEA que ha desmantelado el Estado de Derecho y ha convertido al autoritarismo en la regla. Los derechos civiles y políticos son permanentemente avasallados. Al mismo tiempo, el que debería ser uno de los países más ricos y prósperos de la región, se enfrenta a un colapso total y a una profunda crisis humanitaria.