Una semana después de la llegada del huracán Harvey a las costas de Texas, la anegada ciudad de Houston empieza su lenta recuperación con ayuda de voluntarios que en botes y pequeñas embarcaciones asisten a aquellos que tienen sus viviendas bajo el agua.
«Es triste el dolor que causa ver a mucha gente que intenta llegar de regreso a sus casas y se dan cuenta que lo que tanto les costó está en ruinas e inhabitable», afirmó a Efe Arturo García, un marino mercante procedente de la Isla del Padre, a 250 millas (402 kilómetros) al suroeste de Houston.
García y su vecino James Hagan decidieron responder al llamado de ayuda y trajeron consigo un bote de pesca de 12 pies (3,6 metros) de largo con el que en las últimas 48 horas han rescatado a unas 50 personas.
En los últimos viajes están transportando a personas, una a una, de regreso a sus casas para constatar el nivel de desastre, en medio de una «sensación de incertidumbre».
«Unos piden que los deje, pero en esta zona aún no podemos hacer eso, otros necesitan constatar el daño en que se encuentran sus viviendas o van por ropa o medicinas», comentó García, quien al cabo de su labor duerme en su camioneta junto a su vecino y se alimenta de «la solidaridad de la gente».
Houston, la ciudad más afectada por las inundaciones producidas por el devastador huracán Harvey, el cual hasta el momento ha ocasionado la muerte de 46 personas, está «comenzando a entrar en la fase de recuperación», dijo el viernes su alcalde, Sylvester Turner.
«Todavía hay que hacer muchos rescates en la región, pero en lo que respecta a la ciudad de Houston, estamos empezando a entrar en la fase de recuperación», afirmó en la cadena CNN.
Los equipos de rescate están aún «yendo puerta por puerta» en el área metropolitana más grande de la ciudad, de acuerdo a Turner, para asegurarse de que nadie está atrapado dentro de su casa.
En el oeste de la ciudad, en el vecindario conocido como Memorial, que se encuentra bajo orden de evacuación voluntaria debido al desborde de dos embalses, predomina una fraternidad extensiva, tal como ocurre en muchas partes de Texas.
Desde muy temprano, los vecinos se agrupan con agua y alimentos para coordinar con los equipos de rescate los viajes hacia las zonas residenciales inundadas.
«Los que acaban de llegar se deben de anotar en esta lista, ya sean voluntarios que quieren ayudar o residentes que necesitan transporte», se escucha gritar a una mujer, con lápiz y papel en mano.
James Ashley y Tim Bird, de San Antonio (Texas) y ambos trabajadores en el sector empresarial, llegaron el viernes a Houston procedentes de Port Arthur, en el este de Texas y que también ha sido una de las ciudades afectadas por el paso de Harvey.
«Pedimos vacaciones por adelantado y estaremos donde nos necesiten hasta la próxima semana», relató a Efe Ashley, quien junto a su compañero se adentra a bordo de un bote sobre las aguas que cubren una zona residencial de la zona oeste.
En su trayecto sobre lo que fue una calle y que ahora parece un canal, transportando a residentes que buscan recoger pertenencias de sus hogares, los voluntarios se cruzan con equipos de rescate y bomberos, quienes van de casa en casa cerciorándose que no hayan personas atrapadas al interior de las viviendas.
En este discurrir por un escenario inverosímil, en el que sobresalen del agua los techos de los automóviles que recibieron a Harvey estacionados frente a viviendas, los únicos sonidos provienen del ruido que producen el movimiento de los remos y el motor de algunos botes.
«Les vamos preguntando a los residentes de ciertas particularidades de las calles, como muros o rejas que puedan estar sumergidas y hacernos daño a nuestro paso», explica Ashley.
«Los buzones del correo postal suelen ser un peligro. No se ven», acota Bird, quien espera con paciencia a que cada uno de los damnificados entre a casa y salga pronto por lo que vino.
«¿Todo bien?», inquiere con un grito con dirección al interior de la casa, como urgiendo a la persona que entró hace apenas unos pocos minutos.
«Es mejor sacar lo necesario, recuerde que hay muchos como ustedes que están esperando», remarca Ashley, mirando hacia la carretera interestatal 10, que se divisa a lo lejos transitada con camionetas que remolcan botes y motos acuáticas.
«Allí llega más ayuda», agregó.