Incertidumbre y opiniones variadas entre estar preparado o no estar lo suficiente, fueron algunos de las opiniones que ofrecieron varios puertorriqueños hoy a Efe en espera del embate del poderoso huracán Irma sobre la isla.
Sonia Dávila acudió, junto con varios familiares, bien temprano de este miércoles a un estante de agua ubicado aledaño a la tienda Walmart de Plaza Escorial en Carolina, municipio aledaño a San Juan para rellenar un tanque del preciado líquido a solo horas de que la isla recibiera los primeros vientos del ciclón de categoría 5.
«Entiendo que estoy preparada, pero bajo estas circunstancias creo que no es suficiente», admitió a Efe la señora, vecina de la zona, y quien dijo que educó a sus nietos sobre el eventual temporal.
«Les dije que miraran todo lo bonito que se veía ahora y después del huracán», contó la mujer, quien espera «algo desvastador y triste» las consecuencias del huracán, considerado el más poderoso de la historia.
Dávila vislumbró que «muchas familias», entre ellas, su hermano, van a perder sus viviendas por los embates de los vientos por estar hechas en madera y se encuentran en zonas inundables.
En contraste con los últimos preparativos de Dávila se encontraban Miguel Quiñones y Miriam Castillo, quienes acudieron a desayunar temprano a Subway de Plaza Escorial, uno de los pocos establecimientos de comida que se encontraban abiertos hoy en esa zona.
«Llevo preparado hace varios días y rogando que no pase nada mayor. Mi casa, mi fortín, está listo con tormenteras», aseguró Quiñones, quien rogó que Irma se desviara más hacia el norte para que así el impacto del fenómeno fuera menor sobre la isla.
Y tanto Quiñones como Castillo afirmaron a Efe que la ciudadanía se había preparado bien para la llegada del huracán debido a que los vientos que trae Irma, de un máximo de 185 millas por hora, y lluvias cuantiosas dejarán áreas desastrosas.
«Para este huracán la gente se ha preparado con más seriedad por lo que viene», indicó Castillo, quien dijo que se resguardará junto a su nieta en su residencia, donde dijo que tiene «de todo», entre agua, baterías (pilas) y comida.
No obstante, en varias zonas de San Juan, entre ellos, en la Calle Loíza y Santurce, varios hombres ubicaban paneles de madera y de aluminio para proteger sus residencias o comercios.
De igual forma, otros establecimientos de estas zonas, mayormente ferreterías, farmacias y panaderías aprovechaban las últimas horas de servicio eléctrico para vender cualquier artículo de primera necesidad.
Mientras tanto, aficionados corredores y ciclistas aprovecharon las tranquilas horas de la mañana para ejercitarse varios kilómetros antes de que se sintieran los primeros embates de la llegada del huracán Irma a Puerto Rico, el tercero más potente que afectaría a la isla en los pasados 30 años después de Hugo y Georges.
La Policía, por su parte, se mantenía vigilante a las playas para que ninguna persona tratara de meterse a ellas por el fuerte oleaje que se esperaba también que traiga Irma a las costas puertorriqueñas.
Y ya pasadas las 10.00 hora local, llegaban a la zona metropolitana las primeras fuertes lluvias y ráfagas de viento que lograron la caída del servicio eléctrico, inundaciones y caídas de árboles, algunos de ellos sobre automóviles.