“Si me deportan, es una pérdida para este país” fueron las palabras que me dijo Emmanuel mi compañero de habitación en el viaje que realicé, el pasado 4 de Octubre, a la capital de la nación, para abogar en el congreso por el Acta del Sueño, o popularmente conocida como Dream Act.
Mi compañero de habitación era Emmanuel Díaz (22), portador de DACA, originario de México, residente de Savannah, Georgia, y estudiante de Negocios y Economía en la Universidad Estatal Armstrong.
Emmanuel compartió conmigo sus planes de comenzar un negocio para poder ayudar a sus padres y continuar sus sueños de convertirse en un físico y avanzar esta ciencia que actualmente se encuentra estancada.
Me comentó sobre su admiración por Albert Einstein, hablamos de mecánica cuántica, de teología, de filosofía, aprendí tanto de él, pero lo que pude observar es que así como yo, él también se encuentra pasando uno de los momentos más difíciles de su vida.
Como sabemos, el pasado 5 de Octubre la administración en Washington D.C. anunció la terminación de DACA, programa que actualmente protege a cerca de 800 mil jóvenes en todo el país. A pesar del apoyo mayoritario de casi 83% de ciudadanos americanos y 73% de republicanos hacia los jóvenes soñadores, el gobierno tomó la despiadada decisión de terminar este programa y poner la solución en las manos de un congreso que ha demostrado una falta de efectividad y una polarización ideológica desmesurada.
Personalmente no había escrito sobre este tema, por el mismo hecho de que no podía aceptar este rechazo por parte del país. Consideraba la terminación de DACA un acto anti-inmigrante más de este gobierno, que viene atacando constantemente a nuestra comunidad inmigrante e indocumentada.
Aunque mi trabajo como organizador comunitario me permite ayudar a familias afectadas por situaciones de deportación, opresión, abuso y racismo, nunca me vi en esos zapatos. Inocentemente creía que yo estaba libre de cualquier ataque, y que ya no podía ser afectado por estas ganas de jodernos que tiene el presidente y su círculo. Creía que DACA era intocable, pues quién puede atacar a jóvenes que su único esfuerzo está en ayudar a sus familias y salir adelante en la vida, y que al mismo tiempo contribuyen para una mejora de esta sociedad. Estaba equivocado.
De ida y vuelta a Washington D.C. tuve el placer de tener de compañera de viaje a Ilknur Eren (25).
Ilknur es originaria de Turquía, residente de Queens, y también portadora de DACA. Ella, al igual que yo, venía como parte de la delegación de Nueva York que había invitado FWD.us, organización formada por Mark Zuckerberg y otros líderes de negocios de este país.
Ilknur compartió conmigo la historia de cómo llegó a Estados Unidos a los 9 años, como luchó contra una depresión que la persiguió por años al enterarse de su estado migratorio y las dificultades que encontró al graduarse de la escuela secundaria como una de las mejores estudiantes.
Ilknur luchó contra todo y pudo graduarse de la universidad. Ella trabaja como asistente de un ejecutivo de una corporación de viajes y sueña con seguir estudiando Codificación y Ciencias de la Computación para poder desarrollar una aplicación que beneficie a las personas afectadas por autismo, condición que afecta a su hermano menor.
Lo más interesante de la situación de Ilknur es que sus padres pudieron legalizar su situación por la condición de su hermano menor, pero ella no tiene manera de legalizar la suya. A pesar de todo esto, Ilknur mantiene siempre una sonrisa, y me dijo francamente: “Yo amo la escuela, y siempre voy a seguir estudiando, soy una persona muy ambiciosa y no me voy a rendir”.
Así como Emmanuel e Ilknur, más de 100 jóvenes viajaron a Washington D.C. representando a sus estados. Y aunque tuve la oportunidad de hablar y conocer a renombrados líderes políticos como Chuck Schumer, Kirsten Gillibrand, John Lewis, Steny Hoyer, Luis Gutierrez, Lindsey Graham, Dick Durbin, entre otros; lo que verdaderamente quedó impregnado en mi memoria es el coraje, el valor, la determinación, la perseverancia y el positivismo de estos jóvenes soñadores.
Así como Emmanuel e Ilknur, casi 2 millones de jóvenes en todo el país luchan por un sueño, y luchan contra la amenaza y el temor que causa ser indocumentado. Estoy más que seguro que cada uno de estos jóvenes, tiene una mente brillante y un corazón dispuesto a alcanzar sus sueños para poder ayudar a los demás. Entonces yo me pregunto, quiénes de nuestros líderes políticos se colocarán del lado de los que creen en la oportunidad, la compasión y la libertad, y quienes se pondrán del lado del odio y del racismo. Solo la historia lo dirá.