Tras la exaltación al Salón de la Fama del expelotero dominicano Vladimir Guerrero, el mundo del béisbol profesional es consciente que con su entrada al recinto sagrado llega la «Magia» que ponía a la hora de batear la pelota.
Guerrero se convirtió en uno de los toleteros más carismáticos durante los 16 años que estuvo en las Grandes Ligas, que maravillaba cuando salía a la caja de bateo y no había pelota que le llegase de los lanzadores fuera de la zona del «strike» a la que no le hiciese contacto.
Ese carisma y respeto fue reconocido para siempre cuando el pasado domingo hizo su discurso de aceptación como nuevo miembro del Salón de la Fama que llega a Cooperstown.
Su elección, merecida, es el resultado de muchas jornadas de haber dado momentos espectaculares a los fanáticos del béisbol también con su brazo desde el jardín derecho y las otras cualidades que siempre mostró sobre el diamante.
Los números hablan por sí mismos después de haber conseguido 449 jonrones, 447 dobles, 1.496 carreras producidas y OPS de .931, entre muchos otros.
Gran humildad
Ni siquiera en el día más importante de su carrera deportiva, el del discurso de exaltación al Salón de la Fama, el expelotero dominicano Vladimir Guerrero cambió su personalidad de hombre de pocas palabras y una gran humildad.
Durante el discurso que ofreció este domingo en el recinto sagrado de Cooperstown (Nueva York), reconoció entre una gran sonrisa esa realidad y lo demostró al hablar poco.
«Antes, no hablaba mucho», destacó Guerrero en el podio de la ceremonia del exaltación en el Clark Sports Center del pueblo de Cooperstown. «Decía que era el bate el que hablaba por mí. Pero ahora tengo que hablar, porque ya no estoy jugando».
Ante una concurrida ceremonia al aire libre, con una fuerte presencia dominicana, Guerrero dio gracias a Dios, su familia y su equipo de relaciones públicas.
Dio un reconocimiento a la ciudad de Montreal, donde empezó su carrera de Grandes Ligas con los Expos, además a Canadá, donde siempre lo acogieron como un canadiense más.
Guerrero, convertido en el tercer dominicano que entra al Salón de la Fama, expresó su agradecimiento con sus dos manejadores que tuvo por más tiempo en las Mayores, su compatriota Felipe Rojas Alou (Expos) y Mike Scioscia (Angelinos).
El expelotero dominicano, que vistió la gorra de los Angelinos y que en las 16 temporadas que estuvo en las Mayores consiguió 449 cuadrangulares, promedio de .318 y OPS de .931, formó parte junto a Chipper Jones, Alan Trammell, Jim Thome, Jack Morris y Trevor Hoffman de los nuevos miembros del Salón de la Fama.
«Yo sé que no hablo mucho, pero me siento contento de haber llegado al Salón de la Fama con este grupo, que competí con algunos y los vi jugar», señaló Guerrero. «Doy gracias, porque salí de un pueblo pequeño, Don Gregorio, Nizao, de Baní».
Un día inolvidable para mi país, mi pueblo, mi carrera y en especial para todo el que sueña con estar aquí algún día. Thank you @baseballhall pic.twitter.com/t9VoEqSbRW
— Vladimir Guerrero (@VladGuerrero27) 29 de julio de 2018
Talento Dominicano
La entrada de Guerrero al Salón de la Fama llega en un momento especial para evitar la «frustración» de vivir una época en la que se pensaba que habría más dominicanos en el Salón, específicamente con los nombres de Sammy Sosa y Manny Ramírez.
Sin embargo, sospechas de dopaje con Sosa y pruebas positivas por sustancias prohibidas de Ramírez hasta ahora han dañado la candidatura de ambos.
En cierto sentido, la elección de Guerrero ha ayudado a aliviar un poco ese dolor, de ahí que hoy en Cooperstown su figura de toletero «único» brilló más que nunca.
Con su trayectoria en las Grandes Ligas, Guerrero se convirtió en el primer jugador de posición dominicano elegido al Salón de la Fama, siendo los exlanzadores Juan Marichal (1983) y Pedro Martínez (2015) los primeros quisqueyanos en tener una placa en Cooperstown.
El gran valor que tiene la figura de Guerrero, simboliza toda la grandeza que posee el pelotero dominicano, que surge de los extractos más humildes de la sociedad y a pesar de todas las dificultades que debe afrontar al final hace que su gran clase se imponga cuando está en los diamantes de las Mayores.