La ONU clausuró los debates de la Asamblea General, marcados este año por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el de Venezuela, Nicolás Maduro; y por el choque entre el «patriotismo» unilateral de Washington y el multilateralismo.
Los últimos de los 193 países miembros completaron sus intervenciones, poniendo fin a una semana en la que han subido al estrado un total de 77 jefes de estado, 5 vicepresidentes, 44 jefes de gobierno y más de medio centenar de ministros.
Además de los discursos ante la Asamblea General, Naciones Unidas ha acogido 429 reuniones paralelas sobre asuntos de todo tipo, desde la lucha contra la tuberculosis al cambio climático, pasando por guerras como las de Siria o Yemen y crisis como las de los refugiados rohinyás de Birmania.
El protagonismo, en todo caso, volvió a quedárselo en buena medida Trump, que en su segunda visita a la ONU enarboló la bandera del «patriotismo» frente a los enfoques multilaterales que representa la organización.
«Nunca cederemos la soberanía de Estados Unidos a una burocracia global no electa y que no rinde cuentas», subrayó Trump en su discurso.
«Rechazamos la ideología de lo global, y abrazamos la doctrina del patriotismo», agregó Trump, que desde su llegada a la Casa Blanca ha roto varios consensos internacionales como el Acuerdo de París contra el cambio climático, el pacto nuclear con Irán o el no reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel mientras no se solucione el conflicto de Oriente Medio.
El presidente estadounidense eligió precisamente la casa de la diplomacia internacional para atacar el multilateralismo, un mensaje que encontró rápidamente la respuesta de otros líderes.
La réplica a Trump llegó tanto por parte de aliados como Francia o España, cuyos mandatarios hicieron claros alegatos en favor de las políticas multilaterales, como de adversarios como Rusia, Irán o China, que se mostraron muy críticos con Washington.
El ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, acusó a EE.UU. de poner en riesgo todo el sistema internacional con sus acciones «unilaterales» y de utilizar el «chantaje político, la presión económica y la burda fuerza».
Su homólogo chino, Wang Yi, con la vista puesta en la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo tras varias rondas de aranceles, arremetió contra el «proteccionismo» y dejó claro que Pekín no se someterá a «presiones».
El presidente iraní, Hasán Rohaní, defendió por su parte que EE.UU. se ha quedado «solo» en su oposición al acuerdo nuclear de 2015 y vaticinó que terminará por regresar a él.
Crisis Venezolana
Las críticas a Estados Unidos centraron también el mensaje de Nicolás Maduro, que tras mantener en el aire su presencia hasta el último momento, viajó a Nueva York para contar su «verdad» sobre la situación en el país.
«Se ha construido a nivel mediático un expediente contra nuestro país para pretender una crisis humanitaria, que utilice los conceptos de Naciones Unidas para una intervención por una coalición de países encabezada por Estados Unidos y con el apoyo de sus Gobiernos satélite», denunció en un esperado discurso.
Maduro, pese a todo, tendió la mano a Trump, mostrándose dispuesto a reunirse con él y defendiendo que una conversación cara a cara tendría probablemente resultados positivos.
Ante esto, la embajadora de EE.UU. ante la ONU, Nikki Haley, prometió, megáfono en mano, a varios centenares de manifestantes venezolanos apostados frente a la sede de Naciones Unidas en Nueva York que seguirán «luchando hasta que (el presidente Nicolás) Maduro se vaya».
Frente a personas con pancartas denunciando que Maduro es un «narcodictador» y pidiendo la «intervención en Venezuela», Haley se bajó de su vehículo oficial, caminó 20 metros rodeada de un importante dispositivo de seguridad, y dijo: «La gente debe saber que vamos a seguir luchando por las familias venezolanas (…) vamos a seguir hasta que Maduro se vaya».
Crisis Nicaragüense
Entre las intervenciones de la última jornada en la ONU destacó la de Nicaragua, que estuvo representada por su canciller, Denis Moncada, ante la ausencia del presidente, Daniel Ortega, y aseguró ante el resto de la comunidad internacional que su Gobierno ha «resistido» a un golpe de Estado y está volviendo poco a poco a la normalidad.
Las protestas contra el presidente Ortega, y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, iniciaron el 18 de abril por unas fallidas reformas a la seguridad social y se convirtieron en una exigencia de su renuncia, a raíz de las decenas de muertes reportadas en las manifestaciones, entre 322 y 512 fallecidos.
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