Por Moris Beracha
Los resultados para la economía Estados Unidos no presagian su recuperación por lo menos en el corto plazo. Aunque las cifras del desempleo no crecieron tanto como se vaticinó, la bolsa registra un leve repunte y los precios del petróleo mantienen una “aparente” estabilidad, lo cierto es que en el país ahora es que queda trabajo por hacer.
Han transcurrido 12 años, desde la depresión de 2008, en la cual la crisis de las hipotecas subprime dio inicio a un periodo lúgubre, de total inestabilidad, que llevó a la quiebra a numerosas empresas y a la pérdida de millones de empleos. Y que, además, salpicó el acontecer económico mundial.
Esta vez la situación tiene un origen distinto a la de 2008: nadie estaba preparado para lo que venía, ni siquiera los países con mayor capacidad financiera.
Existe una condición diferente. Aunque no se estaba listo para afrontar largos meses de inactividad productiva, el gobierno estadounidense parece haber aprendido de las lecciones de épocas pasadas. Esta vez, la crisis llega con un sistema financiero fortalecido, al contrario que en 2008.
Las medidas tomadas por la actual administración, aunque sus resultados probablemente no se observarán en el corto plazo, parecen estar destinadas a paliar el impacto de la pandemia sobre la economía norteamericana y, en tal sentido. se han diseñado estrategias tendentes a impedir que el sector productivo siga deteriorándose.
Entre ellas destacan los incentivos fiscales otorgados a las empresas, así como la reapertura paulatina de la economía, que han traído mayores beneficios al sector comercial, lo que a su vez reactiva la producción industrial.
El descenso en las tasas de interés, así como la compra de bonos por parte de la Reserva Federal (FED), para reducir el costo del endeudamiento a largo plazo, también forman parte de este grupo de incentivos para reducir las consecuencias del Covid-19.
El Congreso asignó, una suma cercana a los 3 billones de dólares para la ayuda relacionada con el coronavirus, mientras que la FED sigue colocando millones de dólares en el sistema financiero, con la finalidad de que estos recursos sean destinados al otorgamiento de créditos. Ello a través del programa denominado Main Street, que contempla financiamiento al sector de la mediana empresa en condiciones preferenciales.
En 2008 no había claridad acerca de cuándo iba a culminar el periodo recesivo. Ahora, por el contrario, se tiene la esperanza de que al hallar una vacuna marcará el fin de la época de dificultad.
Esta vez, el plan de recuperación y los desembolsos llegaron rápidamente. Hace 12 años no había suficientes recursos con los cuales hacer frente y no fue sino hasta 2017 que el índice de empleo se situó al mismo nivel que tenía en 2007. El temor en el mercado vivió durante muchos años.
Ahora solo resta seguir aprendiendo de los errores y adelantarse a los acontecimientos.
Las señales indican que hay un sistema económico tratando de sobrevivir. Con gente que se esfuerza por mantener viva la esperanza en que pronto el país resurgirá. Y con un gobierno que hace intentos desesperados por levantar nuevamente los cimientos de una economía fuerte, vigorosa, en la cual hay espacio para los negocios y para los sueños. Volver a ser el escenario ideal, aquel donde todo se hace realidad.