La colección de ensayos «Latino Leaders Speak» recoge 33 historias inspiradoras de latinos que se han destacado por su liderazgo e innovación en diversos campos profesionales como educación, política, periodismo, arte y aeronáutica espacial.
Publicado por la editorial Arte Público de Houston, el libro resalta la diversidad entre los colaboradores, al igual que los valores culturales en común, exponiendo cómo ambos aspectos contribuyen a la concepción de innovaciones y soluciones creativas en sus respectivas profesiones.
Mickey Ibarra, coeditor del texto junto con María Pérez-Brown, destaca en el prólogo la importancia de compartir ampliamente las historias de dónde venimos y hacia dónde vamos.
«Nuestras historias son poderosas y necesitan ser contadas», escribe. «Cuando las compartimos, les brindamos a los lectores y oyentes la confianza para que puedan alcanzar sus propios sueños también».
Ibarra trabajó en la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton (1993-2001), de quien aprendió el valor de compartir los retos que se enfrentan de camino al éxito.
Durante la campaña electoral de 1992 Clinton grabó un breve vídeo biográfico mediante el cual compartía los obstáculos que había tenido que superar hasta convertirse en candidato presidencial.
Era la primera vez que un candidato usaba esta estrategia durante su campaña, explica Ibarra, método que resultó efectivo ya que transmitía un mensaje inspirador y de esperanza que resonó con los votantes.
Con este preámbulo, Ibarra comparte su propia historia con la cual se inicia la colección.
«Solo en América puede un niño mexicano que se crió en un hogar de acogida en Utah llegar a ser testigo de la historia trabajando junto al presidente de los Estados Unidos», escribió.
Al terminar la presidencia de Clinton en 2001, Ibarra buscó la forma de mantenerse en contacto con los líderes que había conocido durante sus años en la Casa Blanca y «continuar la conversación».
De ahí nació la red de líderes latinos (Latino Leaders Network) como una plataforma para compartir historias y estrategias para fomentar el éxito de profesionales latinos.
El grupo estableció una serie de almuerzos y discursos donde destacados líderes latinos pudieran compartir sus historias de superación con un amplio grupo de invitados.
Según Ibarra, hasta la fecha se han organizado unos 50 almuerzos con más de 11.000 invitados.
Con la meta de expandir aún más la recepción de estas ideas e inspirar a una nueva generación de líderes latinos, los editores seleccionaron 32 discursos para el presente volumen, cada uno precedido por una breve nota biográfica.
Entre ellos se destacan las historias del ex secretario de vivienda Henry Cisneros, las periodistas María Hinojosa y Soledad O’Brien, la activista Dolores Huerta y el alcalde de Los Ángeles Antonio Ramón Villaraigosa.
Uno de los relatos más inspiradores es el de José Hernández, astronauta de la NASA.
Miembro de una familia de obreros migrantes oriunda de La Piedad, Michoacán, Hernández creció trabajando los campos de California.
Sus padres le inculcaron el valor de la educación y aunque trabajaba junto a ellos en el campo, tenía que asistir a la escuela y cumplir sus deberes como cualquier otro estudiante.
Cuando su familia estaba por regresar a México durante el tiempo muerto, Hernández les pedía a sus maestros tarea para los próximos tres o cuatro meses para no atrasarse en los estudios.
El sueño de convertirse en astronauta despertó en él a temprana edad al ver por televisión a la tripulación del Apolo 11 caminar en la luna.
Pero lo más importante, aclaró, fue que sus padres lo dejaron soñar.
«Veras hijo, nomás estudia duro y lo puedes lograr», le dijeron.
Tras años de estudio y múltiples solicitudes al programa espacial, Hernández finalmente fue seleccionado como astronauta de la NASA en 2004 y varios años después voló a bordo de la nave Discovery.
Lo que recordó al momento de despegar lo llenó de emoción.
«Cuando tenía la edad de mi hijo, 15 años, yo recogía pepinos durante los veranos y ahora estoy aquí representando a los Estados Unidos como astronauta».
Según Hernández, la receta del éxito es sencilla: requiere una base sólida en el hogar donde los chicos puedan soñar, una buena educación y perseverancia.
«El cielo no es el límite», añadió, «son las estrellas».