La primera vez que Osman Canales puso un pie en una escuela en Estados Unidos, en 1999, rápidamente comprendió que se parecía poco a la idea que las películas de cable le habían mostrado en su natal El Salvador.
En vez de las idílicas escenas de jóvenes bailando y cantando en aulas de clase y cafeterías, él encontró una nueva realidad, una llena de divisiones y dificultades para estudiantes inmigrantes como él. Barreras idiomáticas y raciales visibles, espacios marcados por colores con pocas esperanzas para estudiantes hispanos que se atrevían a soñar en grande.
Para Osman, de 32 años, esas circunstancias iniciales despertaron una pasión por luchar contra una problemática que hoy sigue tratando de resolver. Una pasión que espera impulse a otros a gravitar en el proceso de construir un camino educativo seguro para miles de estudiantes inmigrantes en Nueva York.
En sus más de 20 años viviendo en Long Island, Osman ha creado a través del trabajo comunitario y el activismo un nuevo modo de ver a la comunidad inmigrante más joven. Esto, al tiempo que multitudes de inmigrantes arriban al área de Long Island, a medida que los sentimientos antiinmigrantes también crecen.
«Yo he querido a través de la organización poder ayudar a los estudiantes inmigrantes aquí en Long Island», dijo a través de una reciente entrevista virtual desde su casa, refiriéndose a su organización, la Coalición de Estudiantes Inmigrantes de Long Island.
«La organización ha realizado conferencias anuales para jóvenes inmigrantes donde cientos de ellos han podido experimentar lo que es una universidad y qué carreras y opciones hay para ellos».
Esa pasión con la que habla de este «sueño hecho realidad» es palpable porque para él es algo personal.
Orgullo Salvadoreño
Osman Canales nació en El Salvador en 1989. Su padre vino a Estados Unidos de inmediato y sin papeles, en plena guerra civil en ese país, quedando Osman junto a su madre. Diez años después finalmente la familia completa pudo venir a EE.UU.
Aunque nunca fue indocumentado, la experiencia de su padre y la de otros amigos que conoció a su llegada marcaron lo que sería su verdadero amor por ayudar a esta comunidad, especialmente en Long Island, donde el número de salvadoreños asciende a más de 100,000.
«En El Salvador no teníamos nada. No teníamos carros ni tecnología. Todo eso que tenemos acá. Yo vengo de ahí», dijo. «Y yo siempre que doy charlas a jóvenes inmigrantes cuento eso de mi historia porque quiero que ellos se conecten y quiero hacerles entender que no hay nada imposible».
Por eso divide su tiempo entre su pasión y su trabajo, que a la vez también lo apasiona. Actualmente trabaja para la Asociación de Alzheimer Capítulo de Long Island como Enlace Comunitario y Educador.
Su principal enfoque en esta asociación es conectar y crear relaciones con organizaciones comunitarias, grupos religiosos y líderes, con el propósito de brindar apoyo e información a aquellos afectados por la enfermedad del Alzheimer u otra demencia.
Dentro de sus labores con la Asociación está crear conciencia sobre el Alzheimer, brindando entrenamiento profesional, información sobre los programas y servicios a la comunidad, facilitando programas educativos en inglés y en español.
«Soy el primero en mi familia en obtener un título universitario y aunque nunca fui indocumentado, he visto a mi padre y como inmigrante he visto las injusticias contra nosotros en este país y quiero que eso cambie», apuntó.
«Quiero que este país reconozca el valor inmenso que nosotros como inmigrantes contribuímos a este país, que nos hemos ganado estar aquí, con nuestro trabajo y con todo lo que aportamos».
Este año marca un hito especial en su lucha, sobre todo, luego de la gravedad con la que la pandemia impactó a la comunidad inmigrante. Por eso planea un evento de recaudación de fondos para continuar brindando becas a estudiantes indocumentados que buscan ir a la universidad.
Para mayor información puede ingresar a la página de internet www.liisaedu.org .
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