Samuel Cárdenas lleva más de dos décadas trabajando tras bambalinas en el sueño de su esposa, Betty Rodríguez.
Una tarde de octubre de 2021 una escena cautiva a la audiencia. Es la 1 de la tarde en Nueva York. Betty Rodríguez, la conocida activista de Long Island da un discurso en medio del lanzamiento de su fundación Betty’s Breast Cancer Foundation. Los aplausos no se detienen y la emoción brota por los poros de todos los asistentes. Detrás de ella, como una columna, permanecen unos ojos que no se quitan de encima de Betty. Unos ojos que parecieran estar emitiendo rayos de amor y protección.
“Gracias a todos lo que están aquí”, apunta Betty, mientras da media vuelta. “Especialmente a mi esposo. Samuel Cárdenas. Mi compañero, mi apoyo”. Esos ojos ahora tienen nombre. Samuel Cárdenas, un nombre que, sin sonar mucho en los medios de comunicación, sigue siendo el motor del sueño de Betty, y el de los tres hijos que tienen juntos.
La escena de esa tarde de octubre es solo uno de miles de momentos que esta pareja ha compartido en los casi 40 años que llevan juntos. Luchando contras las adversidades que significan mudarse desde Colombia a Long Island, navegando mares de dificultades económicas juntos. Incluso problemas de salud como el mismo cáncer que casi mata a Betty. Ahí siempre a su lado ha estado Samuel, “un ejemplo de amor, compasión y compromiso”, me dice Betty en medio de una gala en la que, aunque ella recibe un premio, es él quien está junto a ella listo para verla brillar desde la mesa.
Samuel es un hombre de muchas palabras, pero pocas cuando se trata de hablar con la prensa. Aún así, entre chanza y chanza, abrió su corazón para contarme, de manera oficial, sus sentimientos.
“Yo me siento muy orgulloso por lo que ella está haciendo”, apunta muy seriamente Samuel. “Es un deber mío apoyarla”.
Y sí que lo ha hecho. Samuel llegó a Estados Unidos en 1994 y desde ese momento sus ojos han estado puestos en proveer para su familia. Un profesional de cocina internacional que trabajó por muchos años cocinando platillos para pasajeros de cruceros. Desde hace 17 años alterna ese amor por la comida por la profesión que también le ha permitido permanecer junto a su familia, trabajando para el correo nacional (USPS).
“Es un hombre responsable. Es un amigo de mis hijos. Los escucha”, cuenta Betty, quien vive agradecida de poder contar con su amor y su apoyo. Al final, es Samuel quien “siempre saca tiempo para ayudarme con mis proyectos comunitarios”.
Desde cargar cajas, llevarla y traerla a los sitios donde debe ir, hasta hacerla reir junto a sus cinco nietos.
“Como siempre, en cualquier circunstancia. Malo o bueno. Siempre he estado ahí”, me cuenta Samuel. “Espero seguir estando ahí porque gracias a Dios y gracias a ella que me dio el chance de tener esta vida, esta familia”.
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