Un día estás en plena forma, al siguiente puedes estar enfermo de Covid-19 y hospitalizado durante semanas. Esta es la historia de un árbitro profesional de la Major-League Soccer (MLS), y padre de familia, José Carlos Rivero, quien conoció la gloria y el infierno durante la pandemia.
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto severo en la salud mental y el bienestar de las personas en todo el mundo. Incluso los atletas de élite sanos se vieron afectados.
En el mes de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un resumen con evidencia existente sobre el impacto de COVID-19 en la salud mental y los servicios de salud mental. La pandemia de COVID-19 desencadena un aumento del 25 % en la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo.
Rivero, se infectó con COVID el verano del 2020, debido a esto, estuvo hospitalizado durante unas dos semanas y finalmente perdió su trabajo. El trabajo de Rivero requiere que esté preparado físicamente para los 90 minutos de un partido y tiene que estar en constante movimiento.
En ese momento la salud de Rivero estaba en óptimas condiciones. Un día le dio COVID, pensó que solo iba a durar unos días con efectos menores en su cuerpo. “Me dije, soy joven y saludable, ¿qué me puede pasar?”, confesó. Lo que no esperaba era que su salud se viera tan comprometida que tuviera que acudir al hospital en busca de ayuda. Tuvo complicaciones importantes en los pulmones. “Cuando era niño sufría de asma”, dijo.
Rivero nunca más tuvo complicaciones con su asma desde que era un adolescente. “Pensé que me iba a morir, no podía entender por qué estaba tan enfermo si siempre estaba comiendo sano, corriendo, entrenando todos los días”. En ese momento Rivero empezó a pensar demasiado en todo. Su salud mental se estaba viendo tan afectada que cuestionaba todo lo que estaba pasando en su vida diaria en ese momento.
“Cuando le dieron de alta del hospital, aparentemente llegó bien a casa, pero a los pocos días empezó a cuestionar todo lo que hacíamos, incluso, por qué yo cocinaba”, dice Blanca Rivero, su esposa. La esposa de Rivero se sintió muy confundida y pensó que estaba bromeando, pero días después siguió viendo sus reacciones y se dio cuenta de que se trataba de una situación real.
Fue entonces cuando decidieron actuar, buscaron ayuda con un psicólogo. “El médico nos dijo, su salud mental estaba muy afectada por todos los medicamentos que estaba tomando, además se quedó sin trabajo. Fue una mezcla de emociones y sensaciones”, explicó Blanca Rivero. Ella estuvo a su lado durante todo su proceso de recuperación.
Tanto para los atletas como para los no atletas, la recuperación varía ampliamente según la extensión y la gravedad de la enfermedad aguda, las condiciones premórbidas y otros factores, como la salud mental.
El caso de Rivero fue un poco excepcional, a pesar de que estuvo hospitalizado con problemas respiratorios, se mejoró, pero estaba abrumado mentalmente. “La temporada de fútbol estaba por comenzar y estaba muy preocupado por no pasar las pruebas físicas”, dijo. Los árbitros de fútbol deben realizar una prueba física anual antes de cada temporada. “Cuando estaba en el hospital, lo único que hacía era pensar qué pasaría si pierdo mi trabajo. ¿Qué voy a hacer para mantener a mi familia?”. Sus pensamientos jugaron un papel importante en su vida desde entonces. Rivero no pasó la prueba, según cuenta no logro completar la última vuelta a la carrera. “Tuve que correr 10 millas e hice 8.5, estuve tan cerca”, dijo con tristeza. Perdió el trabajo de sus sueños, y el sustento de su familia.
Después de estar en casa durante unos tres meses, luchando contra su depresión y ansiedad, Rivero se decidió a recuperar su antigua vida. “Un día me desperté con una perspectiva diferente. Decidí pagar un entrenador de mi bolsillo y ponerme en forma, para trabajar en mí mismo”, dijo. Pero no enfrentó esto solo, toda su familia estuvo ahí apoyándolo. Rivero es padre de una hermosa niña, Mia, de casi 12 años y sus gemelos, Leonardo y Lionel de 11 años. Su esposa, decidió cuidar de su alimentación, dar largos paseos diarios con él y sus tres hijos y a darle amor todos los días.
Finalmente, Rivero, peruano de nacimiento, empezó a sentirse mejor física y emocionalmente. Empezó a ver de nuevo el sentido de la vida y se dio cuenta de que tenía que intentar recuperarse y volver a su trabajo, que era su pasión y el sustento de su familia.
“Visitaba una vez por semana a mi psicóloga, a mi fisioterapeuta, a quien pagaba de mi bolsillo porque perdí todos los beneficios como árbitro, dos veces por semana. Y entrenaba cuatro días a la semana con un entrenador privado, a quien también pagaba yo”, dice.
Rivero estaba invirtiendo todo su dinero en su recuperación con la determinación de recuperar su trabajo como árbitro. “Esa es mi pasión, no lo hago solo por dinero sino porque me encanta”, expresa. La pasión de Rivero corre en su familia. Su abuelo y luego su padre fueron árbitros profesionales en Perú. Idealmente, uno de sus gemelos de 11 años también será árbitro. “Quiero ser como mi papá porque me encanta verlo en la televisión cuando arbitra a estrellas del fútbol’”, afirma Lionel Rivero.
Cuando finalmente se sintió listo, tuvo una nueva oportunidad para tomar la prueba y regresar al campo de futbol. Su jefe accedió a darle una nueva oportunidad de tomar la prueba, pero esta vez en Florida. Rivero no estaba dispuesto a dejar pasar esta oportunidad. Rivero pasó su prueba física el mes de abril. El día que pasó la prueba sintió la victoria contra sus propios miedos. “Me sentí muy bien, fue un gran alivio”, explicó Rivero, que volvió a pisar el césped el pasado 14 de mayo. Fue su juego de regreso después de contraer COVID. El juego fue en Hartford, Connecticut. El partido fue Hartford Athletic vs Red Bulls 2, un partido profesional de segunda división. Este partido es el partido que abre la puerta a la posibilidad de que Rivero vuelva a arbitrar partidos de primera división.
“Ahora sueño con volver a arbitrar en primera división”. Puede ser un largo camino, o puede ser un viaje corto ya que la determinación de Rivero es imparable. Rivero planea seguir entrenando y, por supuesto, está feliz de recuperar su trabajo y poder mantener económicamente a su familia, lo que también le brinda un alivio mental.
Su esposa y sus hijos son los más orgullosos. Se les nota en la sonrisa el amor y el orgullo tan grande que sienten por tener un padre con tanta determinación. Un padre que les enseña el amor al trabajo, pero no a cualquier trabajo, sino al trabajo que amen hacer, no un trabajo que le llene los bolsillos solamente sino uno que les llene el alma. Rivero es un padre excepcional, durante la entrevista presumió con orgullo a su familia y nunca dejo de mencionar que ellos son el motor de su vida.
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