Para muchos neoyorquinos, la respuesta tardía del alcalde Bill de Blasio al apagón de Manhattan el 13 de julio, mientras continuaba su quijotesca campaña para presidente en Iowa, fue la gota que derramo el vaso.
Desde los días en que el alcalde Fiorello LaGuardia viajaba en una motocicleta de policía para llegar a los principales incidentes en la ciudad durante la Gran Depresión, los neoyorquinos esperan que sus alcaldes estén pendientes de cualquier crisis importante que pueda ocurrir.
Pero cuando las luces se apagaron en Manhattan el sábado por la noche, atrapando a la gente en los ascensores, suspendiendo el servicio de metro y paralizando el corazón de la ciudad, de Blasio no estaba por ningún lado.
El alcalde, que estaba en plena campaña financiada por los contribuyentes para convertirse en presidente, dio por teléfono sus indicaciones, y luego esperó horas antes de decidir que debía salir de Iowa y regresar a la ciudad donde fue elegido para servir.
Para cuando apareció, la crisis había terminado. Líderes sustitutos intervinieron durante la ausencia de De Blasio, incluyendo al presidente del Concejo Municipal Corey Johnson y al gobernador Andrew Cuomo.
El apagón pudo haber ocurrido en Manhattan, pero la furia por la ausencia de Blasio se sintió en todos los rincones de la ciudad. Los neoyorquinos saben que tal crisis puede repetirse fácilmente, ¿y que se hará sin el liderazgo del alcalde?
Es hora de que De Blasio esté a la altura del juramento que hizo para servir a la gente de la ciudad de Nueva York. Es hora de que abandone la carrera presidencial.
Se ha dicho que ser alcalde de la ciudad de Nueva York es el segundo trabajo más difícil en Estados Unidos, superado solo por la presidencia. De Blasio puede tener un término limitado en 2021, pero no hay límites para los desafíos reales que enfrenta esta ciudad.
Los residentes se enfrentan a innumerables problemas que incluyen un mayor costo de vida, averías en el transporte público, escuelas superpobladas, desigualdad de ingresos y más.
Los residentes indocumentados de la ciudad también temían lo peor cuando surgieron informes de que ICE llevaría a cabo redadas el fin de semana pasado. Si bien las redadas masivas nunca se materializaron, el alcalde decidió salir de la ciudad de todos modos y hacer campaña en Iowa, enviando un mensaje de que se preocupa más por sus fantásticas esperanzas de la Casa Blanca que por algunos de los residentes más vulnerables de la ciudad.
De hecho, el manejo de De Blasio de las crisis de este fin de semana, por no mencionar los errores cometidos en las políticas públicas desde la educación hasta la vivienda, indica que no está listo para la Casa Blanca. El partido demócrata tiene candidatos mucho más competentes y más calificados para la presidencia que el actual alcalde de la ciudad de Nueva York.
Si hacerse cargo de esta ciudad y construir un legado duradero no es lo suficientemente bueno para él, ese es su problema, no el nuestro.
En todo caso, De Blasio ha demostrado una cosa: no puede hacer bien los dos trabajos, pero puede hacer ambos mal.