El mantenedor de señales del metro jubilado, Frank Tarulli, todavía no termina de procesar las experiencias traumáticas que vivió ese 11 de septiembre, cuando se apresuró al sitio del World Trade Center después de que las Torres Gemelas habían colapsado; y se encontró con esa escena infernal cubierta de ceniza oscura y un olor a quemado.
“Parecía que era de noche, estaba tan nublado y sombrío ahí abajo”, comenta Tarulli. “Era casi como si el aire que respiraba era sólido, así de malo era”.
El jubilado era parte de un convoy de cientos de trabajadores de tránsito que entregaron equipo de seguridad y maquinaria pesada a la Zona Cero después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Junto con la policía y los bomberos, los empleados de todo el masivo sistema de transporte estuvieron al frente de los esfuerzos de rescate durante el 9/11, transportando a los neoyorquinos que huían del Bajo Manhattan a sus hogares y reutilizando sus equipos pesados y conocimiento detallado de la infraestructura de la ciudad, para recuperar a los sobrevivientes de entre los escombros.
“Cada vez que hay un desastre, todos los trabajadores de la ciudad se convierten en trabajadores de emergencia, y eso es lo que éramos”, dijo Tarulli. “La policía y los bomberos estaban en la primera línea, lo entendemos, pero nosotros también estábamos ahí con ellos”.
Caída del Sistema
Los gerentes de la Autoridad de Transporte Metropolitano (MTA) en el Centro de Comando del Metro (el centro principal del metro en Midtown, ahora llamado Centro de Control Ferroviario), decidieron cerrar el servicio del metro a las 10:20 am, después del colapso de la Torre Sur y ocho minutos antes de caída de la Torre Norte.
El colapso aplastó la estación de Cortlandt Street debajo del World Trade Center en la línea 1, con vigas de acero que atravesaron 7 pies dentro de la tierra, pasando por el techo de ladrillo y concreto y llegando al piso de la vía.
“Había vigas que perforaron el túnel como una aguja a través de un trozo de tela”, comentó Kevin McCawley, un ex-técnico de comunicaciones de tránsito que trabajó para establecer comunicaciones en los días posteriores a los ataques.
“Era un poco espeluznante, como mientras recorríamos el túnel del metro todo parecía normal y, de repente, la pared se veía un poco derrumbada en la parte superior y entonces – boom – te topabas con un muro de escombros”, dijo.
Mientras la gente huía de Manhattan con el metro colapsado, MTA desvió sus autobuses para recoger a las personas y llevarlas a un lugar seguro.
Uno de esos conductores era Ron Gibson, quien recuerda a una multitud de neoyorquinos cubiertos de polvo corriendo hacia él en el lado de Brooklyn del puente Williamsburg.
“Venían hacía mí, parecían ser miles”, dijo. “Traté de llevar a tantos como pude, sin importar si se estaban subiendo en el techo”.
Confusión y Calma
Para la MTA, era mucho más difícil comunicarse con los pasajeros rápidamente, a diferencia de ahora cuando cualquiera puede consultar el servicio de trenes de inmediato en sus teléfonos, agregó Rob Del Bagno, gerente de exposiciones del Museo de Tránsito de Nueva York.
“Era aterrador no saber lo que estaba pasando y no saber lo que se suponía que debías hacer”, dijo Del Bagno. “Tienes que cambiar lo que haces minuto a minuto y, aun así, tienes que ser capaz de comunicar todo eso”.
El historiador de tránsito organizó una extensa exhibición en 2015 en el museo del Centro de Brooklyn sobre la respuesta y recuperación de crisis de la agencia de tránsito, incluyendo el 9/11, el apagón del 2003, eventos climáticos extremos, y la Súper Tormenta Sandy, llamada Bring Back the City, que aún está disponible para ver en línea.
Él fue uno de los miles que caminaron desde Manhattan por el puente Williamsburg y recuerda cómo, a pesar del caos y la incertidumbre, la presencia constante del transporte público fue un alivio para él y sus compañeros neoyorquinos, cuando se subió a un autobús en un vecindario en el norte de Brooklyn.
“Me preguntaron adónde iba y me dijeron en qué autobús subirme. Terminé subiéndome a un autobús que me llevó a casa, y alguien me entregó una botella de agua”, comentó. “Fue un momento muy perturbador, pero tener el apoyo de los sistemas de transporte fue reconfortante”.
Además de los autobuses, los transbordadores y otros barcos y botes zarpaban en masa para recoger a la gente de los muelles y malecones de Manhattan, como se detalla en el breve documental de 2011 “Boatlift”.
A las pocas horas de los ataques, los primeros trenes ya estaban de regreso, pero aun sin pasar por Lower Manhattan. Para el final del día, casi dos tercios del sistema estaba funcionando y, milagrosamente, no se perdieron vidas en el metro ese día, según la exhibición del Museo de Tránsito.
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