EFE. Ángel Reyes Rivas afrontó muchas dificultades en Nueva York para sostener a su hermano luego de que su madre fuera deportada. Estudió, creó una compañía y ahora tiene su propia familia, pero teme estar celebrando su último día de San Valentín en Estados Unidos si la Corte Suprema falla en contra de DACA.
«La Corte Suprema tiene el poder absoluto de decidir si sigue o no sigue (…) uno siempre tiene esperanzas y va a luchar», dice este peruano de 30 años, quien asegura que la espera por el pronunciamiento del máximo tribunal del país produce ansiedad.
A pesar de que la máxima instancia judicial de EE.UU. está dominada por magistrados conservadores, Reyes Rivas intenta mantener un espíritu positivo mientras espera el fallo, que se espera se conozca en los próximos meses.
«Tenemos que prepararnos para lo que venga», afirma sobre la posibilidad de que el Supremo avale la decisión del Gobierno de Donald Trump de acabar con el programa Acción Diferida (DACA), anunciado en junio de 2012 por el entonces presidente, Barack Obama (2009-2017), o si extiende su vigencia a favor de miles de migrantes que fueron traídos a EE.UU. por sus padres siendo niños.
Por el momento, afirma Reyes Rivas, que emigró de Lima a los 15 años para reunirse con su madre y hermano menor que vivían en Long Island (Nueva York), se centra en su trabajo en la compañía de tecnología que fundó con unos amigos y que tiene entre sus clientes a escuelas de la localidad, pero más que nada, en disfrutar de su vida junto a su novia y la hija de ambos, que este mes cumplió su primer año de vida.
Este día, en que millones de personas en este país celebran el Día de San Valentín o de la Amistad, como otros prefieren llamarle, y que podría ser el último que pasen en el país en el que ha vivido los últimos 15 años, celebrará el cumpleaños de su pequeña Zoe en la organización Ministerio del Emigrante Rural, donde también trabaja como organizador comunitario para completar el sostén de su familia.
«Vivo disfrutando a mi familia, mi trabajo, y manteniéndome positivo porque bueno o mal aquí me quedé indocumentado y tengo que buscar la manera de sostener a mi familia, que mi niña tenga todas las oportunidades», afirmó el migrante.
El orgulloso padre de Zoe dice que su niña ya está intentando caminar. «Todavía gatea y camina agarrada de las paredes» y agregó que «como su cumpleaños fue hace dos días, vamos a cortar un ‘cake’ , a compartir un poco», también trabajar y hacer otras diligencias «y tal vez en la noche pueda compartir un poco más con mi pareja», de nacionalidad colombiana.
Como ocurre con miles de niños, la madre de Ángel envió por su hijo a su país, entonces un adolescente pero aún recuerda que al llegar a Long Island era «como en las películas», las casas no eran pegadas como en Lima «todo era más grande, había carros muy bonitos, que sólo había visto en vídeojuegos. Fue una experiencia alucinante».
Pero, tres años después su madre fue arrestada por conducir sin licencia y 6 meses más tarde fue deportada, experiencia que según este «soñador» cambió su vida «drásticamente» al tener que dejar el hogar que compartían por temor a Inmigración y alquilar una habitación en la casa de unos amigos para él y su hermano, entonces de 13 años.
También se vio obligado a dejar la escuela y trabajar en una panadería y un club de campo. Cuando reunió dinero envió a su hermano con su madre a Perú, país al que no ha regresado. Sólo con ayuda de la tecnología puede ver a su hermano y su madre, que dice está deseosa de conocer a su nieta.
Ángel trabajó duro para seguir adelante con su vida. Fue al Nassau Community College en Long Island, época en la que cofundó su compañía de reparar móviles y otros electrónicos, como han hecho también otros «soñadores», y luego de 2 años dejó la universidad para dedicarse a su incipiente negocio porque también sabía que no iba a tener el suficiente dinero para graduarse.
Si la decisión del Supremo es contraria a sus intereses, Reyes Rivas y su pareja ya han hablado sobre la posibilidad de tener que trasladarse a Perú. Mientras tanto, por ahora, viven el día a día «y esperando».
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