El cielo se viste de un azul potente. Las camisetas enganchan la mirada de los caminantes en una polvorienta carretera. Los animales posan como si se tratara de un desfile de modas, al cual se unen pequeños niños que se vanaglorian con otras poses que se unen a los detalles de segundos pisos en construcción.
Es la imagen de una tarde cotidiana en un pueblo de Cuba, capturada por el lente del curador y artista Yubal Márquez Fleites, fundador de Arte Collective, una galería de arte que hace las veces de club social en Southampton, Long Island.
“Después de un viaje a Cuba encontré esta foto en mi computadora y comencé a analizarla. Ahí ves muchos personajes, desde el niño con su porte de modelo, hasta el vecino chismoso, todos tenemos algo de eso”, me cuenta Márquez en medio de una conversación en la que su emoción se ve reflejada cada vez más.
En su mirada se refleja el proceso creativo de esta fotografía que hoy hace parte de SOMOS, WE ARE, Latinx Artists of Long Island, en el Museo de Long Island. Una exposición innovadora que celebra el rico patrimonio cultural y las contribuciones artísticas de la comunidad latina de Long Island.
Esta exposición, que incluye obras de más de 80 artistas participantes (históricos, establecidos y contemporáneos), ofrece una oportunidad única de explorar sus diversos estilos, medios, historias personales convincentes y orígenes nacionales familiares.
“Este momento fue capturado en el lugar que vio a mi Madre entrar en este mundo, el barrio en el que creció. Palma Soriano es una humilde vecindad en Cuba, una pequeña provincia situada al sureste de la isla a unos 40 minutos de Santiago de Cuba”, me cuenta Márquez.
“No fue planeado, no fue pensado, vino sin preparación, fue simplemente destinado a ser”. Y es justamente cuando se habla de este sitio que sus ojos se iluminan.
Márquez creció entre Cuba y Puerto Rico. Esa mezcla caribeña que refleja una hispanidad en su máxima expresión. Son esos recuerdos los que le han servido de brujula para encontrar el norte de su galería, en la que se destaca el arte contemporaneo, tomando en consideración su admiración por el trabajo de artistas como Jean-Michel Basquiat y Salvador Dalí.
“Mi madre siempre dice que Basquiat y Dalí fueron mis primeros referentes”, dice Márquez. “Basquiat porque es un estilo muy lúdico, porque puedes ver la inocencia y el dolor, y Dalí era un genio que tenía unas historias y unos viajes fantásticos”.
Viajes que se asemejan a su propia experiencia profesional. Márquez me cuenta que, pese a que el arte siempre ha sido parte de su vida, nunca fue su elección profesional. Simplemente es su vida y se convirtió en una forma de vida, luego de estudiar varias carreras como Marketing, Finanzas, Derecho e incluso, estuvo ocho años en las Fuerzas Militares.
“He hecho un poco de todo pero siempre el arte me ha llamado”, me cuenta mientras anuncia su amor por la poesía. “Yo escribí mi primer poema cuando estaba en sexto grado y tuve el honor de ser reconocido por la UNESCO en dos ocasiones por unos poemas que escribí”.
Esos poemas complementan el trabajo de fotografía que hoy se ve reflejada en las salas del Museo de Long Island, en medio de la celebración artística hispana más importante del año. Para él, poder capturar esos sentimientos a través de imágenes y palabras tiene un significado especial en medio de una comunidad hispana fragmentizada por fronteras, pero unida en suelo estadounidense bajo el abanico de la Hispanidad.
“Nací del filo del machete que corta el cañaveral”, dice Márquez. Son las primeras palabras de ese poema titulado, “Nací”, con el que concluímos esa conversación sobre como cada palabra nos transporta, “Nací de la esperanza, de la ilusión y del ensueño. Nací del estruendo de un rayo, del ancho camino del agua del río, de la sal de mar”.
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